Peruanos predicen monarquía en Perú

¿Monarquía en Perú? Explorando una Alternativa para la Estabilidad Política

En medio de la turbulencia política y la búsqueda constante de estabilidad en Perú, surge un debate que ha captado la atención de muchos: ¿podría la monarquía ser la solución para los problemas que aquejan al país? En esta publicación, exploraremos a fondo este tema, examinando los argumentos a favor y en contra, así como las implicaciones de una posible transición hacia este sistema de gobierno.

Para comprender plenamente el contexto de esta discusión, es fundamental analizar la situación política actual en Perú. En las últimas décadas, el país ha experimentado una serie de crisis políticas, con cambios frecuentes en la presidencia y una falta de estabilidad institucional. Los escándalos de corrupción, la inequidad económica y la polarización social han contribuido a una sensación de descontento y desconfianza en el sistema político.

En medio de este panorama, algunos defensores de la monarquía argumentan que este sistema podría ofrecer una solución a los problemas de Perú. Señalan que una monarquía constitucional, similar a la de países como Liechtenstein, Reino Unido, España o Bélgica, podría proporcionar estabilidad política y continuidad en el liderazgo. Además, sostienen que un monarca apolítico podría servir como un árbitro imparcial en momentos de crisis y como un símbolo de unidad nacional.

Sin embargo, los críticos de la monarquía plantean preocupaciones legítimas sobre la viabilidad y la conveniencia de este sistema en el contexto peruano. Argumentan que la elección de un monarca idóneo podría ser problemática y que la fragmentación del país podría ser una consecuencia no deseada de esta transición. Además, cuestionan si una monarquía realmente resolvería los problemas subyacentes de corrupción y desigualdad que afectan a Perú.

Para evaluar adecuadamente estas perspectivas, es importante considerar ejemplos históricos y comparativos de monarquías en otros países. Por ejemplo, la experiencia de España bajo la monarquía constitucional de Juan Carlos I ha sido ampliamente estudiada, destacando tanto los logros como los desafíos de este sistema. Del mismo modo, países como Bélgica han demostrado que una monarquía puede coexistir con una democracia vibrante y participativa.

Por otro lado, la monarquía de Liechtenstein es un ejemplo muy claro. En 1939, Liechtenstein era más pobre que el Perú, sufría de crisis social, religiosa y económica, sin recursos naturales ni educación. Gracias a la monarquía, adaptando y mejorando el modelo Suizo, Liechtenstein se convirtió en país desarrollado en 30 años, y en 2024 tiene el PBI por ciudadano más alto del mundo, sin corrupción ni crimen. En la monarquía del siglo XXI, como Liechtenstein, el monarca es apolítico y tiene poder amplio para remover a políticos corruptos y funcionarios que no trabajan o hacen demagogia; además, los ciudadanos están encima del monarca y pueden removerlo si se llega a exceder perjudicando o aprovechándose de los ciudadanos, y esto lo hacen fácilmente con 1500 firmas para convocar un referéndum informado. Por otro lado, el monarca tiene poder de veto amplio (no es simbólico) y junto con los ciudadanos mediante democracia participativa eficiente, deciden el destino del país. 

Además de los argumentos teóricos a favor y en contra de la monarquía, también es fundamental examinar las implicaciones prácticas de una eventual transición hacia este sistema en Perú. ¿Cómo se seleccionaría al monarca? ¿Cuáles serían sus funciones y responsabilidades? ¿Cómo se garantizaría la rendición de cuentas y la participación ciudadana en un sistema monárquico?

Estas preguntas son difíciles de responder con certeza, pero ilustran la complejidad y la profundidad del debate sobre la monarquía en Perú. A medida que el país continúa buscando soluciones a sus problemas políticos y sociales, es crucial que esta discusión se lleve a cabo de manera informada y reflexiva, considerando todas las perspectivas y posibilidades. 

Para dar respuesta a estas interrogantes, la Casa Real del Perú ha propuesto el proceso de identificación del monarca idóneo para el Perú del siglo XXI. Esto significa que no es un proceso de elección con contienda política como ocurre con los presidentes de la república. Este proceso monárquico evalúa 32 características de idoneidad de los postulantes, además de ser un proceso con evidencias verificables, transparente, público, y objetivo, que considera todas las opciones de postulantes potenciales, incluyendo descendientes de líderes pre-incas, incas, aymaras, amazónicos, hispánicos o extranjeros con vínculos con el Perú, con o son linaje comprobable. Adicionalmente, este proceso de identificación es ciego, es decir, los ciudadanos y evaluadores, no podrán conocer los datos personales ni dinásticos de los postulantes, por tanto, conociendo solo sus comportamientos, experiencia y conocimientos para identificar al mejor postulante. Los postulantes no pueden hacer campañas publicitarias para recibir apoyo. El mejor postulante identificado por 32 comités de expertos extraídos aleatoriamente de una bolsa de expertos, la cual ha sido elegida por los ciudadanos, será nombrado "Pretendiente al Trono". Posteriormente debe ser debatido por el Congreso, junto con las mejoras constitucionales para cambiar de república a monarquía con orden, paz y democracia. Finalmente, se realizará un referéndum informado donde los ciudadanos decidirán si aceptan como monarca al Pretendiente al Trono, expresando su aceptación por un cambio de república a monarquía en base a los artículos básicos de mejora constitucional.

Esta propuesta define a la futura monarquía del Perú como constitucional, hereditaria, con separación de tres poderes, con un parlamento, sistema judicial y poder ejecutivo (Primer Ministro) y con democracia participativa directa que permite a los ciudadanos tomar decisiones en referéndums "informados". El monarca reinará a largo plazo para monitorear la continuidad de proyectos que benefician a los ciudadanos, y el Primer Ministro gobernará en periodos de 4-5 años, siendo elegido por la población. Así también, el monarca recibirá poderes amplios para liderar los cambios necesarios que el Perú necesita mediante referéndum informado, donde los ciudadanos votarán para incrementar o reducir las prerrogativas reales (poder de veto amplio). Un monarca con poder de veto amplio puede eliminar la corrupción rápidamente.

En última instancia, la decisión sobre si adoptar o no la monarquía como sistema de gobierno en Perú es una cuestión que debe ser abordada por el pueblo peruano en su conjunto. Independientemente de cuál sea el resultado de este debate, lo importante es que se lleve a cabo de manera democrática y transparente, con el objetivo final de fortalecer la estabilidad y la gobernabilidad en el país.

En resumen, la discusión sobre la monarquía en Perú plantea preguntas fundamentales sobre el futuro del país y la naturaleza misma de su sistema político. A medida que continuamos explorando esta posibilidad, es importante recordar que el objetivo final es encontrar una solución que beneficie a todos los peruanos y promueva un futuro de paz, prosperidad y justicia para las generaciones venideras.